RUN
Era un día así, exactamente así. El más frío del año hasta el momento. Mayo. 7 u 8 de la tarde. El frío quemaba la piel y, por una extraña razón, eso me pareció terriblemente excitante. Mi cuerpo quería moverse, imploraba moverse. Llegaba de la universidad a la casa solitaria. Mi mamá andaba por algún país que no recuerdo. Adolf me había hecho a un lado otra vez. Habían por ahí unas zapatillas y un polerón ¿qué más? yo, solamente yo, salí a la calle y corrí. Corrí CORRÍ!! Una noche como esta conocí el país que nunca he querido dejar. Aquel donde puedo hacer que mis sentido se agudicen, que mis pulmones quemen, que el cansancio o el dolor me traigan al momento presente. Mi cuerpo se volvió el arma con la que pude atacar cualquier pensamiento, enfrentar todos los miedos y hacer añicos mis sensaciones de vulnerabilidad que me acompañaban desde la infancia. Me hice hábil en escapar, ágil para sortear obstáculos. Llegué a ser tan liviana que podía volar. Afiné el oído para escuchar mis la